Según el jurista Ricardo Vásquez, de BBIS Abogados, pasar a gravar de tipo de producto a por graduación alcohólica, traería problemas como lo ocurrido en el año 2000, donde Chile tuvo que acatar las recomendaciones del organismo mundial.

 

La amplia discusión que tiene por estos días el proyecto de ley de reforma tributaria, sus alcances, los eventuales efectos en el crecimiento e inversión, entre otros aspectos, podría sumar una nueva controversia.

 

Y ésta vendría no de u n actor interno, sino de la Unión Europea (UE) u otros países, quienes a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC) podrían acusar a Chile de trato no proporcional en el gravamen que tendrían  sus licores con la nueva carga impositiva que se quiere fijar a los alcoholes.

 

El tema es que el proyecto de reforma tributaria  cambia la forma de aplicar el impuesto al alcohol, pasando de tipo de producto a graduación alcohólica, situación que no se ajusta a la normativa de la OMC, según la cual a productos similares corresponde igualdad de tributos.

 

El tema no es nuevo para Chile, ya que el año 2000 quiso aplicar esta misma fórmula, pero los reclamos de algunos  países hicieron que ajustara su modelo de gravamen a los convenios internacionales pactados.

 

En ese entonces, tanto la UE como Estados Unidos llevaron al país a un panel a la OMC, donde cuestionaron la estructura impositiva que se había adoptado. En particular, se consideró que el pisco y licores como el whisky eran productos similares, por lo que no correspondía que estuvieran afectos a impuestos distintos,  sino similares.

 

Tras la disyuntiva, la OMC entregó una “recomendación” a Chile para ser implementada. Si no la cumplía, el país que se sentía afectado podía “repaliar”, es decir, ejercer  un efecto de sobretasa para un sector de la economía del país (Chile) que tiene una importancia mayor.

 

En este caso, el país modificó su normativa y accedió a las recomendaciones del organismo internacional.

 

¿Qué pasa hoy? Según explica el abogado Ricardo Vásquez, de Bosselin, Briones, Irureta & Sánchez (BBIS) Abogados, hoy los tributos por bebidas alcohólicas tienen dos tasas de impuestos: de 15% (cerveza y vino) y 27% (licores, aguardientes y destilados, tales como pisco, whisky, ron y vodka, entre otros), que son diferenciadas por tipo de producto.

 

Con la reforma, dice, “el impuesto no dependería del tipo de bebida alcohólica, sino que de la graduación alcohólica (tal como se quiso hacer en 2000), partiendo de un piso de 18%, y al que se le agrega 0,5% por cada grado alcohólico. Adicionalmente, hay un impuesto que es de 0,03% de UTM por cada litro de alcohol puro”. 

 

Puntualiza que una cerveza que tiene  5° de alcohol actualmente paga 15% de impuesto. Con la reforma pagará 20,5%, lo que representa un incremento 5,5%.  Por su parte, el pisco tendrá una variación de 8,5%, mientras que  el whisky un alza de 11%” (ver tabla).

 

Vásquez explica que dada la brecha impositiva que habría en los ejemplos anteriores, “se estaría generando un tratamiento diferenciado según la graduación alcohólica que favorece  -aunque sea en un margen- a la industria pisquera, y en ese caso es posible decir que la nueva estructura podría ser cuestionada por la OMC. Y como tenemos el precedente del panel de 2000, no es bueno”. 

 

¿Soluciones? Para el abogado, la solución a este eventual problema tiene matices. Por un lado, apuesta por considerar alguna alternativa como “aumentar las tasas, pero manteniendo la estructura existente, es decir, 5% parejo, ó 5% para vinos y cervezas y 10% para licores. El problema es que eso no resuelve el problema de los pisqueros, pero es consistente con la OMC”.

 

Lo otro que podría hacerse es “incorporar un impuesto fijo ad valorem al precio, y eso  es consistente con la OMC. No obstante, esa solución penaliza a los licores más fuertes, que se supone es lo que busca la política pública. Pero obviamente eso afectaría a quienes consumen licores más mayor graduación alcohólica”.

Fuente: Pulso.cl